La vida como servicio

El mundo que nos toca vivir está cada vez más alejado del que conocíamos cuando éramos chicos. Hoy en día, ya no existen las cosas para siempre, esos lugares seguros y comunes. Bajo el concepto del «co» (coworking, coliving, etc.), estamos perdiendo poder adquisitivo a cada lustro que pasa y no nos estamos dando cuenta.

Pero además de poder adquisitivo, estamos cambiando la forma en la que nos relacionamos con el dinero y los objetos. Este mundo efímero hace que tengamos todo lo que queremos, en tiempo real, para satisfacer nuestros deseos.

Estamos alquilando una vida soñada; esto va desde cómo mostramos nuestra vida en redes sociales hasta cómo la vivimos. Las vacaciones ya no son para descansar, son para contar qué bien la pasamos. Pero este efecto de vacaciones eternas lo estamos llevando a nuestro día a día y se nos está yendo de las manos. Todo lo que hacemos no puede ser glamoroso y noticiable; no es natural.

Por eso pienso que cuando discutimos sobre los contratos fijos o el despido libre, me doy cuenta de que, en el fondo, es algo intrascendente. Como sociedad, ya tomamos la decisión de vivir en lo efímero; ya no pensamos a largo plazo y lo inmediato nos ha consumido. Preferimos un móvil de 1.500 € que invertir en nuestra salud o en cosas que nos aporten valor en el tiempo.

Hace poco una persona me dijo: «Te está yendo muy bien», porque estaba facturando bien, a lo que contesté: «Me va bien no porque facturo, sino porque gasto poco o lo menos posible.» Vivir por encima de nuestras posibilidades es algo que debemos controlar para poder tener una vida plena. El dinero no es para comprar cosas, es para comprar tranquilidad y tiempo, que es un bien finito y que no podemos adquirir.

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